27.5.08

My personal fashion

Desde que recuerdo siempre he tenido predilección por ciertas prendas y un odio acérrimo a algunas cosas que mi madre me obligaba a ponerme. Los fines de semana me liberaba del horrible uniforme de colegio y me gustaba sacar mi ropa preferida del armario e ir poniéndola sobre la cama haciendo conjuntos hasta dar con el adecuado. Recuerdo unas bermudas vaqueras con florecitas naranjas y amarillas que combinaban fenomenal con una camiseta amarilla. Con amor recuerdo también un vestido tipo marinero cuya charina (sí, sí, se llama charina la movida esa que cuelga de los uniformes marineros) me mangó una rata en un restaurante (….! sí, sé que parece increíble pero así fue o así me lo contaron). Con pavor rememoro el conjunto aquél de pantalón de pana y jersey de cuello polo en rojo que me dio una gran alegría cuando se me quedó pequeño pero también trajo una muy mala noticia: el de mi hermana, exactamente igual pero en amarillo, ya no me quedaba grande.

Con esta pequeña introducción seguro que se entenderá mejor mi amor por la ropa y las combinaciones y mi firme creencia de que la forma de vestir transmite mucho de uno mismo. Incluso el que intenta transmitir que pasa de la ropa - o de la moda - con lo que se pone – o no se pone - dice mucho de su interior. Por eso no creo en la uniformidad ni en las modas masivas. Con esto no digo que no siga la moda, obviamente los cánones estéticos, queramos o no, por la televisón, por la música, por la gente que hay en la calle, por el arte y por mil cosas más van mutando en todos nosotros. Y así el concepto de belleza va cambiando con el tiempo y cada uno va adaptando lo que más le llama la atención de cada época a su criterio estético. Vistiéndome cada día me siento yo y no disfrazada, me siento yo – insisto – y por tanto diferente. Y por esto me molesta enormemente coincidir con mis amigas en alguna prenda o accesorio. En esos momentos me siento un poco clon, muy poco “yo”. Es verdad que ni Zara ni H&M son exclusivos y que por lo que yo le pago al Sr. Amancio Ortega por una falda no me puede asegurar que no habrá por ahí otras cien mil iguales. Pero como en general a la gente no le gusta ir igual que a media ciudad, él se ocupa de repartir muy bien los modelos para que sea una excepción el día que te encuentras a alguien en el semáforo con el mismo vestido que tú. Sin embargo, la mitad de mis amigas creen que si un vestido es bonito, que más da que lo tengamos dos o tres de nosotras e ir vestidas igual… Ellas argumentan que cuando compras en una tienda tan accesible y poco exclusiva como Zara/H&M/Sfera/Blanco/etc. tendrás que asumir que tus amigas pueden querer lo mismo que tú. Yo respondo que habiendo tantos modelos y posibilidades y ropa mona en todas estas tiendas no entiendo por qué tenemos que ir vestidas iguales si sólo somos seis, siete u ocho amigas. Yo he llegado a dejar de usar unos zapatos bicolores muy llamativos porque una amiga los tiene igual que yo. Es nuestra eterna discusión. Y no creo que se zanje jamás. ¿Vosotros/as que pensáis?

20.5.08

Are you in?


Se supone que en el mundo de la moda puedes ser CoolHunter – que encuentra e identifica entre toda la amalgama de tendencias aquellas que van a triunfar – o TrendSetter - que crean tendencia -. Las máximas representaciones de TredSetter serían Kate Moss y Madonna. Yo creo que las TrendSetter no existen. Simplemente son CoolHunters todavía mejores que las otras. Madonna no hizo que volvieran los 80, SABÍA que iban a volver los 80. Simplemente hay que saber cuándo es el momento más adecuado para empezar a usar la tendencia. Los que lo hacen demasiado pronto serán unos incomprendidos toda la vida.

¿Quieres saber en qué escala estás del mundo de la moda?

Si te preguntan mucho qué golpe te has dado en la cabeza para ponerte esto o aquello y un par de temporadas después lo llevan todas aquellas que te miraban raro, eres una TrendSetter - lo que yo llamaría SUPERCOOLHUNTER- .

Si, en cambio, lo que te dicen es “qué monoooooooooooo… ¿dónde te has comprado esoooooooooo?”, eres CoolHunter.

Si cuando tú llevas algo, ya lo lleva la mitad de la población de tu sexo, eres un simple mortal.

Si tu madre y tú os intercambiáis ropa y ella no es Nati Abascal, deberías re-inventarte.

Un mal día lo tiene cualquiera

Hoy no es uno de esos buenos días. Atasco en el túnel – que no pánico -. Después casi cuarenta minutos para aparcar. Yo no entendía nada. “¿La masa está siendo controlada por alguna máquina infernal made in usa y enviada a consumir al barrio de Salamanca con algún propósito oscuro tipo resucitar la economía?” me preguntaba yo mientras iba escuchando a Herrera en el coche. Como casi siempre, la explicación más sencilla es la correcta y finalmente me entero de ella: están en huelga los ponemultas de la hora y la masa española, como siempre feliz con lo que parece más barato, se va encantada a trabajar o a hacer lo que tenga que hacer con su cochecito. Y digo parece más barato porque lo que se gastan en la gasolina del atasco y en la gasolina intentando aparcar más lo que vale su tiempo seguro que al final cuesta lo mismo que lo que se hubieran gastado en el parquímetro.

Mientras, personitas de la masa llaman al programa de Herrera y dicen que como Telma Ortiz es la hermana de la Princesa de Asturias se tendrá que aguantar y soportar que la sigan, la fotografíen y la publiquen por ahí y por allí. Claro, ya se sabe que todas las hermanas y hermanos de los personajes públicos son también personajes públicos. A la juez esa de Toledo habría que colgarla. ¿De verdad podemos permitir que los medios decidan quién es y quién no es personaje público? Porque la pobre Telma es personaje público porque lo han decidido los medios y la sociedad. A ningún hermano o hermana de princesa-consorte se le dado semejante trato sin haber ellos vendido su alma al mundo rosa, cosa que Telma todavía no ha hecho.

Luego llego a la oficina y cuando me echo la leche del café en la taza no es que se me haya salido, es que ha caído más leche fuera que dentro. Odio que me pasen cosas así en días que no han comenzado bien. Constatan que el día va a ser asqueroso. Lo peor, me temo que está por llegar. Me da en la nariz que algo absurdo va a ocurrir hoy.

Menos mal que después de la tormenta llega la calma y que el día después de un día absurdo suele ser bueno. Por favor, que llegue mañana ya.

9.5.08

Loosing your religion


A los niños en clase de religión y en misa les dicen que todos somos hijos de dios.

Una niña piensa: “si todos somos hijos de dios, todos somos hermanos, ¿no?” y así se lo comunica a su prima. “oye, ¿sabes que tú y yo en realidad somos hermanas porque todos somos hijos de dios?”

Los adultos que oyen la conversación se mueren de la risa. La niña no entiende por qué se ríen. Es una deducción lógica, ¿no? ¿Dónde está el error? No son capaces de explicarle a la niña por qué se ríen y las respuestas de ella logran que se rían aún con más fuerza.


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A los niños en clase de religión y en misa también les dicen que hay que amar a dios sobre todas las cosas.

A una niña le preguntan: “¿A quién quieres más: a tu padre o a tu madre?” – por cierto, qué estupidez de pregunta, ¿por qué la gente preguntaba esas cosas tan absurdas a los niños? -.

Ella responde siendo consecuente con lo que la están enseñando: “A dios”

Caras de estupefacción, la madre habla con la monja, la monja le explica a la niña que a su madre y a su padre les tiene que querer por encima de todo, por encima incluso de Dios, violando por tanto el primer mandamiento.


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Una niña de diez años ve la película El Exorcista. Se muere de miedo y le pregunta al cura que le da clase de religión si eso puede pasar en la realidad.

El cura responde: “Sí, claro”

La niña flipa. Está muerta de miedo: “Pero a las personas buenas eso no les pasa, ¿no?”

Él responde: “Sí. Hay veces que tiene que ocurrirle eso a alguna persona buena para que personas de su alrededor, que sí son malas, aprendan.”

6.5.08

Water


Hay momentos en que me siento imbécil. Como hoy cuando en Zara Home me ha caído una gotita en el pie. Y compruebo mentalmente que no ha podido ser de mi lata de coca-cola porque la estoy sujetando con la mano derecha y la gota me ha caído en el pie izquierdo. Entonces miro para arriba y veo los conductos de aire acondicionado. Pienso si avisar o no a la dependienta y llego a la conclusión, dado que no hay charco, que ha sido una gotita sola y suelta la que se ha caído. Sigo a mi rollo. De repente la lluvia en mi pie. Aturdida miro mi bolso, de donde parece proceder semejante tormenta. Pues sí. No es que lo parezca, es que la lluvia procede de ahí, de mi bolso. Se está calando todo, mi pie, el suelo. Flipando en colores y en estado de shock, abro el bolso para comprobar que ahora es una piscina. La botella de agua que casi nunca llevo resulta que la he metido abierta y casi llena. Flotan diversos papeles, paquetes de kleenex, la cartera sobresale como un iceberg, las llaves están en el fondo del mar. Necesito un baño para deshacer la marejada y la dependienta, después de explicarle la situación, me indica dónde está. Voy corriendo y saco todos los objetos que llevo y los deposito en un lavabo. En el otro vacío el bolso-cisterna. Cuando veo el mando del garaje, me pregunto a mí misma si logrará sobrevivir a este intento de ahogamiento. Dos veces ha sido ya despeñado y ha logrado recuperarse. Pero de esta no creo que salga. Lo que más me molesta de esto es la pérdida de dinero: 1,5 Euros de la botella de agua + 45 Euros del mando = casi cincuenta SúperEuros que me duelen como nada más ya que lo podría haber evitado si no fuera tan lerda como para meter la botella abierta en el bolso.