29.4.08

Dies Lunae Horribilis



Lo he debido decir ya mil veces. Los lunes no me gustan. Como a la inmensa mayoría de los españoles detesto dejar atrás el fin de semana. Pero hay lunes y lunes. La mayoría de los lunes pasan sin pena ni gloria por mi vida. No los disfruto pero tampoco lo paso demasiado mal. Pero, ay dios mío, ayer fue tremendus. Para empezar tenía un montón de curro y un montón de lío con un montón de números – o más bien, numerajos-. Y en medio del caos papelero me doy cuenta de que a mi tripa le pasaba algo. Sólo hay dos posibilidades. La del embarazo la primera. La medito, me atraganto, me vuelvo a atragantar y tras convencerme a mí misma de que es imposible, paso a la segunda opción: lo de que puedo comer lo que quiera y no engordar ni un gramo se acabó. Miro la tripa de reojo, para que no se den cuenta de que la estoy mirando, la analizo, me pongo recta, decrece, me relajo, crece, la pongo dura, me cago en todo, pienso en los dos donuts de chocolate que me he tomado para desayunar, en los cuatro de ayer. La verdad es que últimamente estoy comiendo mucho. Parece que mi apetito se sacia más difícilmente que antes. Será que el cuerpo se tiene que regular otra vez. Será que mi metabolismo ha cambiado. Da igual. El caso es que yo no puedo vivir con esta tripita. Tengo que hacer algo. De momento me paso el camino de vuelta a casa poniendo la tripa dura para ir ejercitando. Espero que los del coche de al lado no me lo noten en la cara. Cuando saco al perro, ando un rato de puntillas, haciendo glúteos y tripa. Me prometo a mí misma que antes de dormir me haré unos pocos abdominales. Por supuesto esa parte se me olvida. Por la mañana, cuando voy al supermercado a comprar algo para desayunar porque mi despensa no tiene nada que ofrecerme, cojo unos plátanos, miro los donuts. Los cojo o no los cojo. Los cojo. Lo pienso. Los dejo. Me voy sólo con los plátanos. Me como uno al llegar al trabajo, otro a media mañana, otro a las dos. Necesito comer. Si es que lo que no es normal es que mi hora de comida sea tan tardía. Esto de comer pasadas las tres es una tortura china. Voy a ir a hablar con Comisiones Obreras. Vaya lunes el de ayer. Pero el martes mucho peor. Porque además de seguir poniendo la tripa dura cada vez que me acuerdo, tengo que arreglar los números que ayer se nos escaparon. “¡Volved, volved, malditos!”.

23.4.08

Pensamientos inconexos


Muchas veces las preguntas están mal formuladas o mal enfocadas. Nos empeñamos en descubrir cosas que no tienen trascendencia porque lo que de verdad es importante respecto a esa cuestión que nos inquieta es, simplemente, otro enfoque.

Un ejemplo. Yo cuando voy de compras muchas veces me pregunto mientras miro algo: “¿quién demonios habrá diseñado esto?” cuando la pregunta correcta sería “¿pero quién es el/la desgraciado/a que es capaz de ponerse esto?”.

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Hay una gabardina de Zara que tiene uno de estos problemas:

- O el Sr. Amancio la ha producido en exceso
- O todas han acabado en manos de las que pasean / trabajan / van de compras por el barrio de Salamanca. ¡He visto cientos ya!

La próxima vez que vaya a Zara a comprarme algo tendré que analizar si será un megahit o no ya que detesto encontrarme mi misma ropa por ahí. De hecho, si estoy mirando algo en una tienda y viene alguien a interesarse por lo mismo, pierdo el interés al instante.

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He descubierto un blog megagracioso que, vista la cantidad de comentarios, tiene muchos éxito: El fumado. Lo mejor, cuando se compra una libretita para apuntar los pensamientos para luego ponerlos en el blog, la saca a cenar y escribe todo lo que ocurre interesante. Por supuesto, se le olvida la libretita en el restaurante.

22.4.08

Algunos recuerdos

Leyendo blogs por ahí me he acordado de una experiencia que tuve cuando tenía siete u ocho años. Volvía yo de la panadería a mi casa más contenta que unas pascuas cuando me encontré con un hombre joven de unos veinte años, alto, rubio y con ojos azules. El hombre me dijo hola y yo, que era muy educada, le respondí. El hombre entonces me pidió que le diera un beso. “¿Un beso? Pero si eso me lo piden todos los días y se me da fenomenal y mi madre siempre me felicita por lo bien que beso a familia y amistades… ¡Claro que te doy un beso” pensé. Fui a darle un beso, obviamente en la mejilla, y él movió la cara de forma que mi beso aterrizó en sus labios. Recuerdo asco y repugnancia. No sabía lo que significaba pero sabía que era asqueroso. Gracias a dios que en aquella época corría como el viento y salí zumbando de allí. Ni siquiera me di la vuelta para comprobar si me seguía o no y no paré hasta que llegué a casa. Al principio no se lo conté a mi madre. Sentía que me había tomado el pelo, que me había engañado para conseguir algo de mí que a las claras jamás habría conseguido. Me sentía estafada. Pero al final se lo conté. Recuerdo que mi madre se preocupó muchísimo, me preguntó como era el hombre, dónde le había visto exactamente y me advirtió de que nunca me acercara a ningún hombre que no conociera y que la próxima vez se lo dijera corriendo. Me sorprendió su reacción. Me pareció excesiva y me sentí importante. Claro que no entendía lo que aquél hombre pretendía con ese beso. De vez en cuando me acuerdo y me muero del asco. Recuerdo su cara perfectamente. El instante en el que me engañó se me quedó grabado. Sé en qué baldosa estaba exactamente cuando me paró ese cretino.

Y siempre que me acuerdo de esto, me acuerdo inevitablemente de otro episodio, ocurrido a menos de un kilómetro de allí, siete años después. Volvía yo con un amigo andando por una carretera a casa y como nos daba mucha pereza la media hora que nos quedaba para llegar, decidimos hacer autostop. Eran las cinco de la tarde más o menos. Nos paró un tío. Yo me iba a poner delante pero mi amigo me dijo “ponte detrás”. Yo, extrañada, obedecí. Cuando llegó el momento de que nos dejara, mi amigo le pidió que parara. Pero él no quería parar. Dijo que tenía que hacer una llamada, que mejor íbamos primero a buscar una cabina, que luego nos llevaba de vuelta. Yo estaba todavía procesando cómo salir del embrollo cuando mi amigo cogió el freno de mano, lo echó para arriba, salió del coche, me abrió la puerta y me dijo “¡¡¡CORRE!!!”. Obedecí. De nuevo corrí como el viento, los dos juntos, el imbécil del coche persiguiéndonos y gritándonos.

No puedo sino pensar en las siguientes que a lo mejor se toparon con estos cretinos. Sé que yo tuve mucha suerte. Espero que las demás también la tuvieran.

17.4.08

Mis manías estilísticas


Tengo mil manías estilísticas y creo que no sería capaz de recapitular todas. No todas tienen sentido, muchas simplemente son manías porque sí. Algunas tienen su razón de ser en que estorban lo que yo considero “una figura estilizada”. Claro, que, como decía Mrs. de Winter, “para gustos, colores”.

Lo que no me gusta

- Odio el crochet.
- Detesto las botas con medias de otro color. Me da la sensación de que acortan la pierna.
- No me gusta nada que la falda o el vestido asomen por debajo del abrigo. Prefiero llevar una chaqueta. Esta razón tiene su origen en que también me da la sensación de que la figura se acorta.
- Me da repelús ver a todo el mundo con el foulard/bufanda enrollado al cuello de la misma manera: doblando el foulard/bufanda, poniéndolo alrededor del cuello, pasando los extremos por el hueco que deja al otro lado la “curva” del foulard/bufanda. ¿Me explico?

Lo que me gusta

- Antes había algún color que descartaba a priori. Ahora ya no. Ningún color es ya discriminado. Ni ninguna combinación. Primero pruebo. Luego descarto.
- Me encantan las chaquetas de punto. Las adoro. Pero las odio cuando una de mis súperamigas las llama rebecas. Me suena mal, por muy molongona que fuera Rebeca la de Hitchcock.
- Me flipan los abrigos y las chaquetas. De hecho es dónde más me gasto dinero, por calidad y por cantidad.
- Me encantan las camisetas blancas. Pero es muy difícil encontrar camisetas blancas bonitas y que no parezca que vas en bolas cuando te la pones. Siempre estoy en busca de una camiseta blanca y en mi armario no hay prácticamente ninguna. Como Indiana Jones en busca del Arca perdida, más o menos.

¿Y a vosotros?. ¿Qué os encanta y qué odiáis?

16.4.08

Los imbéciles


Son muy fáciles de detectar pero muy difíciles de rechazar. Se necesita al menos una experiencia previa con un imbécil para darte cuenta de que por muchas vueltas que le des, el imbécil siempre será un imbécil, muy a nuestro pesar y por muchas cosas buenas que pueda tener.

El imbécil puede ser imbécil por varias razones – sólo por una, por varias, o – ya se si es un auténtico imbécil -, por todas ellas:

- Normalmente el imbécil siempre tiene un Ego bastante fuerte, bien construido. Pero, por favor, hay que tener en cuenta que el Ego se puede tener bien construido sobre mentiras, falacias, verdades a medias, características inexistentes, etc. – no sé si me entendéis -.
- El imbécil puede tener manías muy absurdas de lo más variopintas: la de un “conocido” de ducharse sólo con y sólo si se tiene Gel Sanex a mano, me encanta.
- Debido a su Gran Ego, al imbécil le gusta escucharse, se siente listo, se crece mucho, luego dice que a la gente le gusta escucharle, en fin… es un imbécil. Está tan seguro de sí mismo que puede llegar a decir auténtica estupideces y defenderlas como si pudieran tener algún sentido eso que están diciendo, tipo: “yo no soy racista pero a los gitanos los apaleaba a todos” - ¿?????? -
- Discutiendo suelen ser un auténtico infierno. Se creen que el resto de la humanidad, especialmente la mujer que tienen al lado – o enfrente, según como se mire -, es imbécil – aunque el imbécil lo sea él-, que las motos están para venderlas y para justificar cualquier tontería son capaces de estar HORAS discutiendo, dándote argumentos absurdos, mareándote.
- El rollo humillación y anulación les va bastante. Si tienen alguna discusión en público con su novia/mujer son capaces de humillarlas y montar el megapollo con tal de demostrar al mundo que ellos son mejores. Lo que no saben es que los que están viendo el numerito sólo pueden pensar: “¿Mejores en qué? ¿En estupidez supina?”
- Les encantan las cosas buenas. Si tienen dinero se las compran. Cuando no tienen tanto, son incluso capaces de ir a las tiendas aunque sea a admirarlas. El fondo del problema son las apariencias, pero no sólo le basta con tener posesiones materiales, también necesitan enseñar al mundo lo fabulosos que son ellos, sus vidas, sus trabajos, sus novias/mujeres… en definitiva, todo. Si la tuvieran bien grande serían exhibicionistas.

¿Antídoto contra el imbécil? Si es la primera vez que te cruzas con uno, será más difícil, pero todavía puedes hacer algo: focaliza en sus defectos, en sus frases hirientes, en su pedantería, en aquello que te moleste más de él. Piensa que él es y será siempre así y que nunca evolucionará a nada mejor. No hagas el tonto, no metas la cabeza debajo del ala. Piensa que sí, que tienes razón, que esa característica suya tan horrible no te la has inventado, que está ahí y que estará siempre. No te dejes obnubilar por sus encantos.

Si ya has estado con un imbécil y te cruzas con otro… por favor, recuerda muy bien y mucho cómo te fue con el primero, acuérdate de la losa que te quitaste de encima cuando lo dejasteis y no olvides que por ahí hay tíos normales.

14.4.08

Pasos de cebra


Foto: Por y para Miss B.
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¿Cuál es vuestra actitud ante los pasos de cebra sin semáforo? Yo, si viene un coche, por muy rápido que venga, si veo que le da tiempo a frenar, cruzo. Tengo derecho a cruzar y él debe frenar, ya que el código de circulación lo dice así. Me pone de mal humor la gente que no tiene intención de frenar, que por aquí por Madrid son casi todos, ya que aparte de violar el código, me parece de una fatal educación. MyMan me dice que deje de tirarme delante de los coches que un día de estos me van a atropellar. Él siempre intenta agarrarme y siempre que cruzamos juntos un paso de cebra sin semáforo pasa lo mismo. Yo me lanzo a la aventura y él me regaña. Pero es que si pretendes que te dejen pasar o que no venga nadie, puedes sentarte en la acera a esperar. Así que cuando MyMan me obliga a esperar cada vez que pasa uno sin frenar me cago en los muertos de los padres del que conduce que no le enseñaron educación cuando era pequeñito.

Por supuesto, cuando voy al volante, intento frenar siempre. Si no freno es porque:

1.- Iba tan volada pensando en cualquier tontería que no he visto que había alguien esperando. Reconozco que alguna vez me ha pasado. Teniendo en cuenta que no reconozco a mi propio padre cuando me lo encuentro por ahí, no extraña lo primero. La última vez que vine de Milán, coincidí con SúperDeivid, uno de mis mejores amigos, en el avión. Esperando a las maletas, mientras le miraba, pensaba: “ese tiene un aire a SúperDeivid…”. Cuando me encontré con su SúperNovio a la salida y me cuenta que está esperando a SúperDeivid que viene de Milán, flipé conmigo misma. Pero bueno, por lo menos yo medité que me sonaba. Él ni me miró.

2.- Volviendo al tema, el segundo motivo por el que puede que alguna vez no haya parado en un paso de cebra sin semáforo es que iba deprisa con prisa y no me daba tiempo a frenar. Tampoco queremos que el de detrás se empotre contra mí y que mis cervicales se descoyunten.

9.4.08

El cartero siempre llama dos veces


Tengo que reconocer que cuando me pongo cerril puedo ser muy cerril. Si he tomado una decisión, es muy difícil que cambie de opinión. Claro que hay gente que me lo pone muy difícil. Hoy me he topado con uno de esos perturbados que acaban con mi paciencia y me ha hecho hacer lo que nunca hago: abrir la puerta de la oficina después de las 19:00. A esa hora se acaba el horario laboral en mi empresa y la mayoría de mis compañeros salen corriendo como si su asiento estuviera ardiendo. Da igual lo que estuvieran haciendo que siempre tiene que esperar al día siguiente. Yo normalmente me quedo hasta que acabe lo que estoy haciendo (diez, quince minutos) y cuando tengo mucho curro, más. A veces, mucho más. Dado que siempre me quedo para acabar algo y no para mirar a las musarañas y dado que mi trabajo no es abrir la puerta, cuando suena el timbre después de la estampida de búfalos nunca abro. Siempre es un cartero despistado que no sabe que cerramos a las 19 con algo de correo certificado y me tengo que poner a firmarle y a rellenarle cien casillas con mis datos. Y si no es un cartero es alguien que necesita la atención de alguno de mis compañeros, cosa que yo no le puedo proporcionar. Normalmente llaman dos o tres veces y se acaban yendo. Pero hoy, no. Y encima cambiaron el timbre de la puerta hace unos meses y suena como el timbre de los aeropuertos: Din-Don.

Hoy a las 19:08 en mi oficina:

Din-Don

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Diez segundos más tarde, Din-Don

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Diez segundos más tarde, Din-Don

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Diez segundos más tarde, Din-Don

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Diez segundos más tarde, Din-Don

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Diez segundos más tarde, Din-Don

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Diez segundos más tarde, Din-Don

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Diez segundos más tarde, Din-Don

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Diez segundos más tarde, Din-Don

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Diez segundos más tarde, Din-Don

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Diez segundos más tarde, Din-Don

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Diez segundos más tarde, Din-Don

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Diez segundos más tarde, Din-Don

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Diez segundos más tarde, Din-Don

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Diez segundos más tarde, Din-Don
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Diez segundos más tarde, Din-Don

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Diez segundos más tarde, Din-Don
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35 segundos más tarde, Prrrrrrrrrrrrrrrrrr (éste es el timbre de la calle)

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Diez segundos más tarde, Prrrrrrrrrrrrrrrrrr

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Diez segundos más tarde, Prrrrrrrrrrrrrrrrrr

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Diez segundos más tarde, Prrrrrrrrrrrrrrrrrr

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Diez segundos más tarde, Prrrrrrrrrrrrrrrrrr

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Diez segundos más tarde, Prrrrrrrrrrrrrrrrrr

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Diez segundos más tarde, Prrrrrrrrrrrrrrrrrr

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Diez segundos más tarde, Prrrrrrrrrrrrrrrrrr

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Diez segundos más tarde, Prrrrrrrrrrrrrrrrrr

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Diez segundos más tarde, Prrrrrrrrrrrrrrrrrr

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Diez segundos más tarde, Prrrrrrrrrrrrrrrrrr

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Diez segundos más tarde, Prrrrrrrrrrrrrrrrrr

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Diez segundos más tarde, Prrrrrrrrrrrrrrrrrr

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45 segundos más tarde:

Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don
Din-Don

Obviamente, todo tiene su límite y mi umbral del Din-Don lo había superado hacía varios Din-Dones. Me levanto, preocupada y preguntándome quién sería el perturbado capaz de ser TAN pesado, decido no abrir por si fuera un loco de la colina y detrás de la puerta, como las ancianas desconfiadas, digo:

“Hola… ¿quién es?”

“Vengo a recoger un paquete”

En este momento flipo. Viene a recoger un paquete. Si abro la puerta soy capaz de degollarlo. Contengo mi ira y respondo:

“Es que todo el mundo se va a las siete. No queda nadie.”

“Ya, pero yo vengo a recoger un paquete que me tiene que dar la Srta. Fulanita Detal.”

“Pues es que Fulanita Detal, como todo el resto, ya se ha ido.”

“Oiga que no ha sido mi culpa…”

Sigo flipando. ¿Le ha acusado yo de algo? ¿Me importa a mí lo más mínimo de quién sea la culpa?

“Pues tampoco es mía. Ya le he dicho que aquí no hay nadie.”

“Es que tengo que recoger un paquete de Fulanita Detal para Benganita Detalcual”

¿Pero este tío es imbécil? No puedo parar de hacerme esa pregunta en mi cabeza.

“Es que, como ya le he comentado, Fulanita no está.”

“Oye que a mí me haces un favor si no me lo das…”

¿?????? Pues vete, tronco. ¿Qué te retiene aquí insistiendo en tu tema mientras yo insisto en el mío?

“No te puedo dar nada. A mí Fulanita no me ha dicho nada y yo sin autorización no puedo entregar nada”.

Parece que a la quinta va la vencida. Juro que no exagero ni un pelo.

8.4.08

Hablando


Mi relación con los móviles siempre ha sido muy tormentosa. Tengo una tendencia natural e irrefrenable a ir tirándolos por todos lados y varios se me han llegado a caer en el váter – afortunadamente, siempre antes de que cayera nada más -. Aparte, siempre me ha molestado mucho, muchísimo, la tomadura de pelo constante de las compañías de teléfonos móviles a todos los españoles de a pie. Según ellos debemos ser los más tontos de Europa porque sólo aquí las tarifas siguen siendo altísimas. Yo no sé cuáles serán las causas sociológicas o de mercado que han propiciado que las puñeteras MoviStar, Vodafone y Orange se forren a costa nuestra en nuestro territorio con unos márgenes que ni ellos mismos podían soñar hace quince años. Después de indignarme mil veces con MoviStar con la única recompensa puntual de un CoñoMóvil que por supuesto acabó estrellado contra el suelo menos de un año después, he decidido plantarle por fin cara a esta situación y tomar medidas.

Siempre he seguido siendo forzosamente fiel a MoviStar porque la mayoría de mis amigas son de MoviStar y como, al fin y al cabo, con quienes más hablo es con ellas, desde donde me sale más económico llamar es desde MoviStar en horario reducido. Dado que ninguna compañía más me va a ofrecer esta tarifa y dado los grandes bolsos que ahora llevamos, he decidido tener dos móviles. Estuve mirando tarifas en Orange, Vodafone, Yoigo y Simyo y la mejor con mucha diferencia ha sido Simyo. Ofrecen 9 céntimos minuto a cualquier hora del día a cualquier teléfono nacional. 9 céntimos el mensaje. 15 céntimos de establecimiento de llamada.

Así que… cuando llame a mis amigas o a fijos de 14 a 16, de 19 a 08 y los sábados por la tarde y domingos todo el día, llamaré por MoviStar. Para el resto de horas, para todo el resto de teléfonos y para mandar SMS’s, con Simyo. Sin contrato, sin ataduras, sin tonterías. Por 50 Euros me han dado un Nokia básico con 50 Euros en llamadas. Mi gesto solo no vale nada pero si juntamos los de todos, acabaremos consiguiendo un mercado justo de telefonía móvil en España. ¡A rebelarse contra el sistema!


Hoy me he enterado de que hay otra operadora más barata: 8 céntimos minuto pero siempre y cuando tengas puesta una recarga automática. ¿El nombre? Se me ha olvidado y ahora no lo encuentro. A ver si luego lo rescato y edito.
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Edito: Simyo me la ha intentado colar. El SMS cuesta menos pero es que sólo puedes poner 70 caracteres frente a los 160 de MoviStar. ¡!!!. No pensaba que me fuerais a hacer esto, Simyo… Mal, muy mal. No me queda más remedio que rectificar. Los SMS largos los mandaré por MoviStar. Cuando me sienta con ganas de ser críptica, con Simyo.
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Edito de nuevo para decir que comprobando el tema de los mensajes, aturdida porque me parecía muy raro el tema, veo que según el momento mi teléfono Nokia Simyo decide que un mensaje son 200 caracteres, otra vez 160, otra 120... Supongo que será un fallo del servicio que arreglarán en algún momento. Espero que en breve.

4.4.08

Las medias


Según mi amigo Mickey, las medias son un objeto de NO-deseo. Dice que es lo más antierótico que hay. Yo no las veo tan terribles pero sí que es verdad que son mucho mejores las medias-medias, esas que llegan a mitad de muslo y gracias a la tecnología se sostienen solas con silicona. Además, son mucho más cómodas que las otras ya que no se bajan ni se descolocan y no hace falta tocarlas para ir al baño o para hacer lo que queramos hacer. Y esas sí les gustan a los tíos. A todos los tíos. Y da igual que sean lisas que con dibujito de rejilla o transparentes o estén puestas del revés. Lo mejor es cuando después de un tiempo una media – esto ocurre en una de cada cincuenta, pero ocurre – decide tener vida propia y abandonar su sitio en medio de la calle mientras vas andando rápido hacia cualquier sitio. Creo que, afortunadamente, nunca nadie me ha visto agachándome, coger la media y sujetarla como buenamente he podido hasta llegar a un sitio seguro donde deshacerme del peligro.

Caso aparte es el de los leotardos. Ayer, así, sin mediar explicación, me suelta Mickey mirando a mis leotardos grises: “¿Puedes darme un trocito de eso que llevas puesto para hacerme una fundita para mi cola?” ¿???

Que por cierto casi muero asfixiada ayer por ellos con este sol indecente para estas alturas del año. Hoy, intentando remediar el sofoco de ayer, me he puesto vaqueros, calcetines y bailarinas. No ha servido de nada. Demasiado calor todavía. Tenía que haber venido con sandalias. Pero con este tiempo tan traicionero del que es imposible fiarse, a pesar de ser siempre de las primeras en quitarme los calcetines y las medias, no me he atrevido. Pero de mañana no pasa. Si seguimos igual, declaro oficialmente que la primavera ha llegado a mi vida y paso de calcetines, medias o sucedáneos. Porque la primavera se puede declarar oficialmente empezada cuando más del cincuenta por ciento de mujeres y travestidos van sin medias, no cuando lo determina el calendario ni cuando El Corte Inglés, a mitad de febrero y con estalactitas en media ciudad, decide comenzar con su campaña de hierbas y flores para vender más.

2.4.08

Hola - Hello


No sé si he comentado antes por este blog mi tendencia a cotillear el Hola. No entiendo de donde viene esa extraña fuerza que me lleva a hojearlo todas las semanas, para en primer lugar, flipar con algunos estilismos, y en segundo lugar, para alucinar con la escasez de veces en que podemos ver en una sola persona unidos glamour y dinero.

El de esta semana me ha parecido particularmente interesante porque en portada sale una Blanca Cuesta revitalizada y reinventada que de repente parece que ha vivido toda su vida en Villa Favorita y cuyo vestido, supongo que de Chanel, aventaja, y mucho, al estilismo de la Baronesa Thyssen, como siempre de marca pero soso y aburrido hasta el infinito.

Leyendo sólo las partes de la entrevista resaltadas en grande, me extraña que la Thyssen sea tan borde como para decir que esto de bautizar al niño en Villa Favorita lo ha hecho sólo por su nieto, porque se merece ser bautizado en el sitio favorito de Borja. Y yo me pregunto, ¿no merecía Borja, su amadísimo hijo, casarse con la mujer que ama – muy a su pesar – en su sitio favorito? ¿El que su hijo no se casara con quien ella quería justifica a sus ojos no sólo el vetarle la celebración allí sino también el pasar de estar a su lado en un día tan importante? ¿Qué derecho se cree esta madre que tiene para dirigir y mandar sobre la vida de su hijo? Hay demasiadas madres que por haber parido ya se creen con derecho a decidir lo que los hijos tienen que hacer o lo que deben ser. Y, la verdad, no es que Borja me parezca genial, pero creo que tiene todo el derecho del mundo a hacer con su vida lo que le plazca, que para eso es suya. Incluso si lo que quiere es ponerse semejante estilismo tremendo para el bautizo de su hijo.

Mis ojos siguen revoloteando tras discutir con mi madre sobre la actitud de Tita (noten que he empezado por Baronesa Tal y acabo llamándola por su nombre) para toparme con el vestido de novia de Cécile, la ex de Sarkozy. Lo siento, Donatella, no habéis sabido estar a la altura. ¿A alguien le ha gustado el traje? No es sólo que sea sosín y normalín, es que no le puede pegar menos.

Siguiente cotilleo: ¿Quién ha engañado a la pobre Carolina de Mónaco? Le pregunto a mi madre: “¿Pero qué golpe se ha dado en la cabeza?”. Me responde muy seria y preocupada: “¿Se ha dado un golpe?”. En fin, el bolsito también tremendo pero no sé por qué, sí creo que se hubiera podido salvar con un vestido apropiado y genial.

Y por último me doy de bruces con la entrevista a Tamara que dice que en su nueva casa de París no tiene miedo de vivir sola porque tiene una portera estupenda y un sistema de alarma que ni el pentágono. Olé. Y no me he podido leer su crónica sobre el desfile de Chanel de Alta Costura por falta de tiempo pero seguro que no le falta desperdicio.