11.12.07

Mi amor por las pelis de mierda


Tengo un problema con las películas fantásticas y de ciencia ficción. Necesito ir a verlas aunque ya de antemano sepa que serán terribles. Porque hay muchas veces que con sólo ver el anuncio, el título y el actor protagonista, podemos deducir con bastante precisión que si vamos a ver esa película al cine luego nos arrepentiremos.

Pero yo aún así caigo, caigo y vuelvo a caer. No es que tropiece tres veces con la misma piedra, es que tropiezo siempre. Qué se le va a hacer. A unos les da por los porros, a otros por las manías tontas y a mí por estas películas. Las más reseñables (por malas, muy malas, pésimas o muy buenas) son éstas:

El día de mañana: Mala a más no poder. Y encima aburrida. Ni siquiera es capaz de mantener la acción. Eso sí, después de verla tracé un plan de huída hacia África para cuando empezara a llover demasiado.

28 días después: Entretiene a base de sustos.

28 meses después: Más de lo mismo pero encima el argumento es peor.

El día de la marmota: GENIAL, GENIAL, GENIAL. La he visto mil veces. En plan “El día de la marmota”

Yo robot: Oh, dios mío, aburridísima. A pesar de tener un gran potencial la historia, logran hacer el típico bodrio con pretensiones.

Inteligencia Artificial: Coñazo Supino.

Solaris: ¿Pero quién fue el imbécil que escribió el súper-rollo-guión?

Desafío total: Buenísima. La habré visto también mil veces. A pesar de la “súperactuación” de Arnold Schwarzenegger. Y genial sobre todo el jefe de la resistencia mutante igualito que Pujol – creo que esto ya lo he comentado alguna vez pero es que es clavadito-.

Mars attacks: Genial. Y súpergenial el vestido rojo de la marciana.

Independence day: Ni entretenida.

Matrix: Habiendo tanta gente que le encanta, nunca he conseguido ver el lado bueno a esta peli. En la primera no paré de reírme con tanta patada voladora. Por la segunda pasé sin pena ni gloria. Y en la tercera intenté encontrarle el sentido con el discurso del arquitecto y hasta lo busqué en Internet pero… ¿?¿?¿?

Planet of the Apes: La original era genial. La nueva, un mísero bah. No le llega ni a la suela del zapato.

En fin, ¿para qué seguir? La lista sería demasiado larga si siguiera enumerándolas. Sólo me queda suspirar porque como muy tarde antes del día de Navidad sé que voy a pasar por el cine a ver “Soy leyenda”. Y sé que me voy a arrepentir. Y mucho.

7.12.07

Robar o no robar

Mi primera incursión en el mundo del robo ocurrió cuando yo era todavía muy pequeña. Debía tener seis o siete años. A esa edad la mayoría de las niñas coleccionan hojitas, que son simplemente hojas de papel pero impresas con motivos cursis o cursilísimos. Se intercambian unas por otras hasta que parecen sacadas de un arrugador profesional y si tienes el sobre a juego valen mucho más. Que olieran bien también daba puntos.

Por aquella época mi hermana tenía una libreta con hojas blancas con los bordes rojos plagados de ramilletes de corazones que yo le iba mangando poco a poco sin que se diera cuenta (un día una hoja, al día siguiente – en plan atrevida – dos) para cambiarlas por otras hojitas a mis amigas del cole. No tuve más remedio que confesarme de semejante delito cuando iba a hacer la primera comunión y hacer acto de contrición, lo que me llevó a no volver a mangar nada hasta muchos años más tarde.

Ya con dieciséis años andaba yo por Italia haciendo el viaje de fin de curso con el colegio (ciento cincuenta niñas todas juntas y alborotadas) y cuando fuimos a la fábrica de Murano no pude reprimirme y tuve que robar discretamente un collar precioso que no me podía permitir – nunca lo olvidaré, de bolitas marrones aplastadas y con motivos amarillos dibujados -. Por supuesto el cargo de conciencia posterior me hizo tener que replantearme la situación y dado que ya no íbamos a volver a la fábrica lo metí en una de esas huchas para la beneficencia que hay en todas las iglesias.

Aprendí de ese error y nunca más me volví a sentirme tentada. No compensaba el cargo de conciencia.

Así hasta que hace una semana fui a comprar unas pilas a “El Corte Inglés” y vi que no había de Duracell – mi marca habitual de pilas - y que las únicas que había eran unas amarillas con muy mala pinta pero que por lo menos tenían un cartelito que ofrecía un pack de regalo por cada pack que te llevaras. Me sorprendió porque en cada pack venían ocho pilas en vez de las tradicionales cuatro así que me leí el cartelito más detenidamente para comprobar que, efectivamente, no habían cambiado las reglas de las pilas y el pack de regalo ya venía incluido en el pack que comprabas (estaban los dos packs pegados). Cogí mi pack y me fui a pagar. La dependienta miró el pack, cogió otro pack de otro stand que tenía al lado diciendo “con este pack te regalamos otro”. Patidifusa, me planteo rápidamente si explicarle lo que dice el cartelito o no. Finalmente decido que no, que si ella no sabe leer, no se lo voy a contar yo.

Como eran sólo dos euros y pico, mi conciencia no me ha martilleado.

El problema ha llegado hoy.

El destino ha querido, dada mi desfachatez del otro día, recomprobar mi tan estricta honradez que me ha acompañado tanto tiempo.
Así que hoy, cuando he ido a Zara niños a comprarle unas cositas a las mellizas ideales de mi amiga Susana, he comprobado al salir de la tienda que no me habían cobrado una camisa y una chaqueta. Por valor de ---- ni idea, porque tenían el precio cortado al ser devoluciones de otras clientas. Tenía un poco de prisa así que he decidido pensármelo y si acaso volver otro día a pagar mi deuda. Pero la mayoría de la gente a la que se lo he comentado me dice que pase, que soy muy buena clienta de Zara, que me lo tome como un pequeño regalo de Navidad de Amancio, que ellos ya tienen en cuenta esas cosas al poner el precio, etc. De momento hay seis personas a favor de que no lo pague. Un voto a favor de que lo pague.

¿Algún voto más? ¿Seré castigada por alguna fuerza superior por estos “robos”?

4.12.07

Y todos me miran

Pocas veces uno se va de viaje y se vuelve sin una canción que le recuerde aquellos momentos ya irrepetibles e idealizados.

3.12.07

De boda


Cosas que he aprendido este fin de semana - algunas ya me las sabía, pero este fin de semana se han afianzado en mi pensamiento - :

1.- Que prefiero oír el fútbol que escuchar a The Corrs.

2.- Que, aparte de un par de abuelas muy elegantosas, no hay nadie más en el mundo que sepa elegir, llevar y combinar el/los visón/es con dignidad y acierto.

3.- Que hay muchas mujeres que no tienen ni idea de cómo vestirse en una boda, claro que tampoco la tienen de cómo ir vestidas por la calle. Los tíos, como con un traje discreto y una corbata facilona lo solucionan bastante bien, siempre salen mejor parados.

4.- Peor es el tema de los tocados. Las mujeres no son conscientes de que hay que ser muy guapa, alta, estilosa, fabulosa, inteligente y tener un pelo genial para que te quede estupendamente un tocado años veinte. Con ellos, quedarse en un “bueno” es fracasar. No hay término medio. O eres genial o lo deberías haber dejado en casa. En caso de duda, siempre es mejor dejarlo en casa. Y, como dice Inesilla, si no te lo quitas rápido, aparece un bulto en el pelo de la zona de la cocorota que te hace tener pinta de pánfila.

5.- Que mi querencia por los escenarios no se apacigua con el paso del tiempo pero dejo de subirme porque creo que “ya no me toca”. Nadie ocupa mi lugar salvo en una canción y no puedo sino mirarlo con nostalgia.

6.- Que debería ir por la vida con una libretita para apuntar todo lo que me gustaría decir porque luego se me olvida todo.

7.- Que cuando una se va de viaje debería tatuarse la palabra “PÍLDORA” en la mano.

8.- Que a lo mejor debería tomarme vitaminas para la memoria porque me olvidé el cargador.

9.- Que es genial tener amigos y amigas geniales. Es una idea obvia pero a veces lo damos por supuesto.